Cuando era pequeño, mis padres me llevaron una tarde al cine Atenas a ver un programa doble. Una de las películas era “El castillo de Fu Manchú” (1969) de Jesús Franco:
En la primera escena, el director mezclaba impunemente tomas a todo color de Fu Manchú y sus secuaces en un decorado de cartón piedra con escenas en blanco y negro afanadas de “La última noche del Titanic” (1958) de Roy Ward Baker. Poco después, el espectador descubría que el misterioso castillo de Fu Manchú no era otra cosa que... ¡¡el parque Güell!!
Recuerdo que me enfadé mucho: ¡qué clase de timo era ese!, ¿quién era ese director que ni siquiera había logrado estimular la famosa suspensión de la incredulidad en un niño?
No fue hasta muchos años después que cobré conciencia de la auténtica dimensión de Jesús Franco, alguien que consideraba el cine como el tren eléctrico más saldado del mundo, siempre capaz de colisionar con lo insensato.
Cuando se estrenó “Kill Bill” (2003-04), mi amigo Carles Prats tenía la teoría de que a Tarantino, en el fondo, le hubiese gustado hacer lo que proponía Jesús Franco en los primeros minutos de “El castillo de Fu Manchú”: una película hecha enteramente de retales, de los mejores trozos de otras películas.
En “Asesino cósmico”, Robert Juan-Cantavella ha hecho algo parecido: una novela que parece levantarse sobre los materiales de derribo de la caudalosa obra de un escritor de novelas de quiosco, Curtis Garland. El escritor ha ido más lejos que Tarantino y ha invitado al propio Garland a escribir uno de los capítulos de la novela: como si Tarantino hubiese invitado a Franco a dirigir una bobina entera de “Kill Bill”.
En la columna de Los Buzos de esta semana hemos volcado todo nuestro amor sobre este espectacular acto de amor entre la cultura postmoderna y la cultura popular.
Una semana antes de que apareciese esta columna publicada saltaba la noticia de que María Kodama, viuda de Borges, había logrado retirar del mercado los ejemplares de la última obra de Agustín Fernández Mallo, uno de nuestros primeros invitados especiales tituladores. Fernández Mallo había hecho un remake de “El hacedor” de Borges, que la reacción de Kodama había mutado de objeto cultural dialogante en materia intocable, rodeada de púas venenosas.
Días después llegaba la noticia de que Matt Groening, padre de “Los Simpson”, había invitado a uno de los mejores animadores en activo, John Kricfalusi, a coger a sus criaturas y hacer con ellas esto... esto tan cruel, tan violento, tan brutal. pero, a la vez, tan bonito, tan creativo, tan deslumbrante:
Cada semana un invitado especial nos titula el artículo.
Esta semana: Pola Oloixarac
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Aquí tenéis la versión
de todo esto que salió
en el Cultura/s de esta
semana:
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